Tiempo

A los 21, en un partido de balonmano noté cómo la rodilla se me quedó clavada en un contrataque y oí un chasquido. Luego siguieron las visitas médicas, la incertidumbre, el diagnóstico (ligamento cruzado anterior roto), la operación y meses de rehabilitación. Hace unas semanas, en la grada de un campo de fútbol en Vic, se me aceleraron el pulso y los recuerdos cuando vi cómo te caíste en una carrera por la banda y te echaste le mano a la rodilla. Vega, a los 15 es una mierda oír ese chasquido y perderte tantas cosas. Como los partidos con tu equipo, el campeonato de España con la selección de Aragón, viajes. Ahora que te quedan unos días para pasar por el quirófano, te pedimos paciencia y te decimos que volverás más fuerte. A tu edad el tiempo se vive en presente. Tienes todo el derecho a enfadarte, aunque no lo haces. Te arropan tus compañeras, tus entrenadores y todas las que han pasado por esto. Por cierto, ¿por qué no se toma más en serio esta lesión que afecta a tantas futbolistas, cada vez más jóvenes? ¿Por qué no se estudian más las causas? ¿Por qué afecta mucho más a las mujeres que a los hombres? ¿Por qué no se hace más trabajo de prevención?

Ahora, con la perspectiva del tiempo y la edad, te digo que aquellos meses pasaron rápido. Que después volví a jugar a balonmano, monté un equipo de fútbol sala con amigas, corrí maratones, escalé montañas. Me queda una cicatriz para presumir y contar batallitas. Tranquila, paso a paso. El fútbol te estará esperando, como a Andrea, Lucía, Sara, María, Isabel, Irene, Salma, Maite, Alexia…

Vega, con su equipo de Zaragoza Club de Fútbol Femenino.

(Artículo publicado el 21 de enero en el Heraldo de Aragón)

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Las golondrinas se posan en Bulbuente

Este fin de semana he vuelto a volar con mis golondrinas. El club de lectura del pueblo de Bulbuente me invitó a pasar la tarde para hablar de mi libro “El refugio de las golondrinas”. Me hizo mucha ilusión la llamada. Descubrir que el libro sigue viajando y emocionando a distintos lectores casi diez años después. “El refugio de las golondrinas” es un libro muy especial: mi primera novela, publicada en 2014, escrita con ingenuidad y emoción, con sencillez y pasión, con dudas iniciales y muchas experiencias después. Hay mucho de mí en cada personaje, en cada palabra.

En la tertulia hablamos de la plaza que acoge a los personajes y que podría ser cualquier plaza. Hablamos de la plaza de San Felipe y de la historia de la Torre Nueva de Zaragoza. Hablamos de la maternidad, de la soledad, de viajes, de libros, de la inmigración y el desarraigo, de cómo se entrecruzan los hilos de la realidad y la ficción, de Nicaragua, de las historias de la vida cotidiana, de Mario Benedetti, de la despoblación, de que hace 40 años que cerró la escuela de Bulbuente…

Las lectoras de Bulbuente (mayoría de mujeres y un hombre, como en casi todos los clubs de lectura) me contaron sus impresiones. Lola reconocía que le costó entrar en el libro pero que luego se enganchó y no podía parar de leer. Esperanza dijo que se había sentido “feliz” dentro del libro, como si fuera un personaje más. Me contaron algunas de sus frases preferidas. Jesús destacó que “todo el mundo tiene una historia, sólo hay que saber contarla”. Y Pilar subrayó otra: “Una foto y un recuerdo no son la misma cosa. A veces coinciden, pero otras son antagónicos. Los recuerdos se van modelando con el paso del tiempo, mientras que las fotos atrapan un momento y lo congelan para siempre”. Me llevé de vuelta mucho cariño y una cesta con productos de la zona.

Gracias a Pili y Cristina por contactar conmigo, a Pilar, Lourdes, Mari Carmen, Andrea, Esperanza, Lola, Ana, Laura, Pili, Jesús, María José, Iraida, Basi y a todos los lectores de Bulbuente. Gracias a vosotros, me he vuelto a reencontrar con mis golondrinas y con la chica que cruzaba la plaza a diario, que tomaba notas y hacía fotos, soñando con ser escritora algún día…

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Fin de curso

El primer día me equivoqué de clase. Cuando el profesor empezó a hablar de Historia Económica de España, me levanté lo más discretamente que pude y fui a buscar mi aula. Llegué tarde a mi primera sesión de Francés, con nervios de principiante y dudas después de muchos años sin tocar los libros de la lengua de Molière. Ahora que llegamos al final de curso, que las bibliotecas se llenan de estudiantes que preparan los exámenes finales o la Evau, que tantos jóvenes se juegan su futuro, hago mi balance particular. Qué gusto estudiar por gusto, sin la presión de una nota o un título; que gusto aprender para saber más o para darnos cuenta de cuánto nos queda por saber; seguir cultivando la curiosidad y la emoción; compartir este viaje.

Nuestra clase en el Centro Universitario de Lenguas Modernas ha sido mucho más que una clase de Francés. Entre lecturas, traducciones y ‘écoutes’, hemos hablado de política, de viajes, de libros, de películas, de comidas, de redes sociales, de bailes y otros hobbies, de diferencias culturales. Hemos seguido las protestas en Francia por el aumento de la edad de jubilación a los 64 años (no recuerdo esas protestas cuando aquí se aumentó a los 67). Somos una clase heterogénea, con universitarios, trabajadores, jubilados, opositores. Entre lecturas y debates, felicitamos a María Ángeles, que va a ser abuela; le deseamos suerte a Carmen, que se presenta en junio a la oposición de profesores; nos contamos los viajes previstos para el verano. Y el último día de clase nos vamos a cenar con nuestro profesor. Merci, Javier.

(Este artículo se ha publicado en el Heraldo de Aragón el 21 de mayo)

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Gregoria

“Gregoria Lana Fernández, Saragosse 1918-1940”. En el campo de concentración de Gurs (cerca de Olorón, en el sur de Francia) nos encontramos con la tumba de esta mujer. Es una mañana tranquila de domingo, solos en mitad del bosque, el silencio sólo roto por algún pájaro y ladridos lejanos. Gurs es un lugar apenas señalizado que no sale en las guías turísticas. Aquí estuvo el mayor campo de internamiento de Francia, construido en 1939 y cerrado a finales de 1945. Por aquí pasaron unas 64.000 personas, un tercio de ellas refugiados españoles, se calcula que unos 5.000 aragoneses.

El centro se construyó primero como campo de acogida para los miles de republicanos españoles y voluntarios de las Brigadas Internacionales que huían de España. Después, el Gobierno de Vichy lo convirtió a partir de 1940 en un campo de concentración para judíos, colaboracionistas y prisioneros de distintas nacionalidades. Las vías recuerdan que de aquí partieron decenas de trenes a Auschwitz. A partir de los años 60, comenzó la recuperación de este espacio y su memoria. Paseamos por el cementerio, donde están enterradas 1.703 personas, la mayoría alemanes, también unos pocos españoles, como Gregoria.

Vuelvo de Gurs con ganas de saber más (veo el documental ‘Gurs, historia y memoria’, de la zaragozana Verónica Sáenz) y con muchas preguntas. ¿Quién era Gregoria Lana Fernández, que murió con 22 años? ¿Cómo llegó al campo de Gurs? ¿Cruzaría los Pirineos sola, con su familia? ¿Tenía pareja, hijos? ¿Dónde nació y vivió en Zaragoza? ¿Cómo fue su infancia? Hoy tendría 105 años…

(Este artículo se ha publicado en el Heraldo de Aragón el 21 de abril)

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Gioconda

Cuando era adolescente era una lectora voraz, pero no me gustaba la poesía. No la entendía. Me sonaba a deberes escolares, a análisis morfosintáctico, a cien cañones por banda. Hasta que unos años después (con más viajes, experiencias, amistades, amores, lecturas, pelos despeinados, sueños y revoluciones pendientes), un libro me llamó a gritos desde el estante de una librería: “El ojo de la mujer”, de Gioconda Belli. Y me atravesó como un rayo. Entendí lo que no se puede explicar con palabras. Qué significa ser mujer (“Con ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas…”). Me sumé a la profecía de los portadores de sueños. Me pregunté, como ella, “¿Qué sos, Nicaragua?”. Años después viajé a este “triangulito de tierra perdido en mitad del mundo”, y me enamoré de su país. Entre versos y volcanes entendí, como ella escribió, que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Seguí leyendo poesía, el veneno ya inoculado, emocionándome con distintos autores y miradas, haciendo camino al andar, defendiendo la alegría como una trinchera.

Y años después, hace unos días, conocí en persona en Zaragoza a Gioconda Belli, exiliada y despatriada, tan pasional, dulce, volcánica, valiente, comprometida, luchadora, vitalista, alegre, como la había imaginado todos estos años. La escuché embelesada. Volví a tener 20 años. Le pedí una foto y un autógrafo. No me atreví a decirle que su libro, que guardo lleno de subrayados y esquinas dobladas, me cambió la vida.

¡Feliz Día Mundial de la Poesía!

Con Gioconda Belli y mi madre, tras una tertulia con ella en el Instituto Aragonés de la Juventud.

(Este artículo se ha publicado en el Heraldo de Aragón el 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía)

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Extrarradio

Me gusta correr por las afueras. Por los caminos que se alejan de la ciudad, al final del barrio, donde acaban las casas y empieza el campo, más allá de las vías, entre ríos, huertas, solares y desguaces. Me gusta, por ejemplo, tomar el camino del soto hacia la Alfranca, el Ebro a un lado y el perfil de la ciudad que se aleja por el otro. A veces corro sola y otras acompañada, con una amiga arreglo el mundo, hablamos de los hijos, de la educación, de los cuidados. Otras veces voy por la ribera del Gállego desde la desembocadura hacia Santa Isabel, cruzo el puente de madera y sigo más allá, pensando en mis cosas, en las noticias del día, en los recados pendientes. En primavera, cuando alargue la tarde, retomaré uno de mis caminos preferidos para correr: por los montes de Juslibol. Los atardeceres más bonitos de Zaragoza se ven desde el puente de Piedra y desde lo alto del galacho. Desde ahí arriba, se distingue el Moncayo, los coches convertidos en puntitos, el Ebro serpenteante, los colores cambiantes del campo, la ciudad y sus límites.

En mis carreras por las afueras le robo un rato a las prisas y a la agenda, disfruto de las vistas, del tiempo y el silencio, tomo distancia, sin alejarme del todo. Es así como mejor se ven las cosas: desde cerca pero con un poco de perspectiva. A los políticos sonrientes que llenan las portadas en época de precampaña, les invitaría a una carrera o un paseo por el extrarradio. Para conocer mejor su ciudad. Para distinguir lo urgente de lo importante.

Corriendo por los caminos de Juslibol.

(Este artículo se publicó en el Heraldo de Aragón el 21 de febrero)

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Cuento de Navidad

Es miércoles, su única tarde de fiesta en toda la semana. Desde hace 208 semanas, cuatro años, desde que llegó a España y encontró este trabajo. Afortunada por tener trabajo. No tiene papeles pero al menos tiene un sueldo y una habitación para dormir. Le gustaría tener un piso propio o, al menos, una habitación en un piso compartido. Pero esto es lo que hay: una habitación en la casa de los señores, los miércoles por la tarde libre y 900 euros al mes. Ahorra todo lo que puede para mandárselo a sus hijos. Los miércoles pasea y pasa frío. Solo tiene un abrigo fino que se compró en el rastro. En Nicaragua no hace frío. En la maleta trajo una chaqueta, pantalones y camisas, un vestido de tirantes que no se ha puesto nunca, una foto con sus hijos.

Los miércoles pasea y se acuerda de ellos. Los sábados por la noche hablan por teléfono. Al principio iba a un locutorio, pero desde que se compró un móvil un poco mejor hacen videollamadas por whatsapp. A veces se corta y no se oye muy bien. A veces sus hijos están ocupados con sus cosas y no le hacen mucho caso. El mayor ha empezado la universidad. El pequeño aún va a al colegio. El mediano no quiere hacer nada. Su hermana les cuida y ha ido arreglando la casa de sus padres con el dinero que ella manda. Gana más ahora que cuando era maestra en Matagalpa, pero le gustaba más dar clase. Este sábado por la noche los señores le dan fiesta, pero no tiene dónde ir. Paseará y hará tiempo. A medianoche en España, hora de cenar en Nicaragua, hará una videollamada. Se seguirá preguntando si valió la pena.

¡Feliz Navidad!

(Artículo publicado el 21 de diciembre en el Heraldo de Aragón)

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La Loli

Ha cerrado la Loli, nos avisa mi tía en el grupo de whatsapp familiar. No nos sorprende la noticia, pero nos da pena. La Loli era una de las tiendas de antes en los pueblos que tenía de todo: pan, patatas, cebollas,  jabón, estropajos, helados, gusanitos, magdalenas, tomate frito, macarrones, melocotón en almíbar, salfumán, cocacolas, fantas… Tenía una vieja báscula que gustaría a los coleccionistas, pero la Loli hacía las cuentas a mano, con un boli sobre un trozo de papel apoyada en el mostrador. Cuando llegábamos, lo primero era aparcar y saludar a la Loli. No sólo era la tendera de la plaza, una de las últimas del pueblo, la Loli también nos riega las plantas cuando no estamos y tiene llaves de repuesto de varias casas (alguna vez he tenido que recurrir a ella porque me había olvidado las mías en Zaragoza). También ha cerrado hace poco la Mónica, a la que le comprábamos chorizos y salchichones. Cada vez quedan menos tiendas. Mi madre y mis tías guardan un listado de todas las que han desaparecido desde su infancia.

Los pueblos se vacían y se van muriendo poco a poco. Los nietos volvemos en vacaciones y para fiestas. No sé si la despoblación del medio rural es un fenómeno irreversible. Soy una romántica y me gustaría pensar que no. Pero hace falta mucho más que buenas palabras para mantener la vida en los pueblos: internet, trabajos, centros de salud, guarderías, escuelas, planes de ocio, autobuses, tiendas… Echaré de menos las pastas de la Loli y el salchichón de la Mónica en mi próximo viaje a Cervera.

Cervera del Río Alhama ha perdido muchas tiendas en los últimos años.

(Este artículo se ha publicado el 21 de octubre en el Heraldo de Aragón)

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Cuento de otoño

Cuando se despertó, el funeral de Isabel II aún no había terminado. España había vuelto a ganar un Europeo de baloncesto, liderada por Lorenzo, que no habla español pero sabe jugar a la pocha y es buenísimo. La liga de fútbol profesional femenina había empezado sin broncas, con apoyo y visibilidad, con récord de audiencia televisiva, con sueldos dignos para árbitras y jugadoras. Llovía y llovía, hasta volver a llenar embalses y acuíferos. A Putin le había entrado de repente el sentido común, se había sentado en una mesa a negociar con Zelenski y representantes de la comunidad internacional. Hay quien dice que incluso se le había oído musitar un “perdón”. Ya habían pasado las elecciones municipales, autonómicas y las generales. Reinaba la paz política y los políticos podían dedicarse a solucionar los problemas ciudadanos y no a tirarse los trastos a la cabeza. La gasolina y los tomates volvían a tener precios normales. Se celebraba, como cada año por estas fechas, el Día Mundial Sin Coches. El alcalde aprobaba la rebaja generalizada de los abonos de transporte, la construcción inmediata de la segunda línea del tranvía y decenas de carriles bici. Borja Iglesias volvía a la Romareda, marcaba un golazo para España y luego se enfundaba la camiseta del Real Zaragoza para, este año sí, subir a Primera. Y, justo antes de abrir el ojo, le llegó un aroma a chocolate y hojaldre. La dueña de Soconusco anunciaba en las redes sociales que la noticia que se había difundido hace unos días había sido una broma de mal gusto o un malentendido, que no cerraba la pastelería.

En Soconusco se venden las mejores palmeras de chocolate de Zaragoza.

(Artículo publicado en Heraldo de Aragón el 21 de septiembre)

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Aviones

Veo un avión alzarse al cielo de Madrid e imagino que es el tuyo, Lara. Uno blanco de United Airlines con la bandera estadounidense pintada en la aleta. En la bodega va tu maleta grande fucsia en la que has metido apretada toda la ropa que te ha cabido para un año. En la mochila de mano llevas el móvil, el pasaporte, unos dólares, una foto de la familia Young que te espera al otro lado del Atlántico, unos pocos nervios, todas las ilusiones y los sueños de los 16 años. Este verano me recordaba Facebook la foto de cuando te marchaste sola por primera vez a tu primer campamento. Tenías ocho años, una mochila que entonces te quedaba muy grande, melena corta, una sonrisa bonita a la que le faltaba algún diente y esa mirada curiosa que has tenido desde que naciste. Ibas a subirte a un tren que te llevaba a Canfranc.

En estos días de despedidas y emociones busco ese poema de Khalil Gibran, “Nuestros hijos”, que me ha recordado mi padre más de una vez. “Nuestros hijos no son nuestros, no nos pertenecen, pertenecen a la vida, al futuro…” escribió el poeta libanés. Criar a un hijo es darle alas y raíces. Aprender a despedirnos en estaciones de tren y aeropuertos. Sembrar con paciencia y recoger frutos. Acertar y equivocarnos. Acompañaros en el camino. Enseñaros juegos, películas, libros, canciones, playas, experiencias, sabores, abrazos, historias. Dejarte volar, Lara, a ti y a tus hermanas. Desearos suerte, emocionarnos, intentar disimular las lágrimas en Barajas, esperar que este año el tiempo pase rápido.

Despedida en el aeropuerto de Barajas.

(Artículo publicado en Heraldo de Aragón el 21 de agosto)

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Gran Trail Aneto-Posets (105 km), crónica de una locura

Aún no me lo creo. Elisa, hemos terminado el Gran Trail Aneto-Posets. Ha sido una experiencia brutal: 105 kilómetros por las montañas de Benasque, 30 horas (dos noches y un día), emociones, cansancio, sueño, bajones, rocas, ibones, paisajes imponentes… La carrera más bella y más dura que he hecho nunca.

Esta aventura comenzó hace mucho tiempo, cuando hace cinco años fuimos a correr la maratón de las Tucas y vimos la salida a medianoche de los valientes del Gran Trail. Entonces me pareció una locura imposible pero pensé que tal vez algún día me atrevería a intentarlo (cómo me he acordado de ese momento, Marisa). Y ahí estábamos el viernes por la noche en la alfombra roja de la avenida de los Tilos de Benasque, con un ambiente impresionante.

Una carrera tan larga tiene muchos momentos y estados de ánimo. Las piedras de Salenques que no se acaban nunca. El amanecer desde el collado. El apoyo de los voluntarios en los avituallamientos. El membrillo que me da superpoderes. Las vistas desde el pico de Estiba Freda, con el Aneto al fondo. Ducha y comida reparadora en Benasque a mitad de recorrido. Los ánimos de todos los corredores de la maratón con los que nos cruzamos en la segunda vuelta. El calor y la larga subida desde Eriste hasta la Forqueta. La puesta de sol camino de Biadós. Nuestras horas malas en la subida al collado de Estós, cuando ya queda poco pero no quedan fuerzas. La emoción indescriptible de cruzar la meta. Sólo conseguimos acabar la mitad de los que empezamos, 120 hombres y 18 mujeres.

Gracias a todos los voluntarios que nos atienden durante la carrera. Ángel, Vanesa, Agustín… y especialmente a nuestro amigo Sergio, que nos estaba esperando y nos ayudó cuando más lo necesitábamos. Gracias a los corredores que no conocía y con los que acabamos compartiendo muchos kilómetros buenos y malos (Carlos, José María, Fernando, Xavi…).

Aún no me lo creo. Repaso las fotos y vuelvo a vivir el recorrido. Tengo sueño y me duelen los pies. Me siento una privilegiada por poder vivir esto. Pequeñita y grande. Agradecida a la vida.

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El libro del verano

Cada verano tiene sus libros. De pequeña, cogía Astérix y Barcos de Vapor en una biblioteca-quiosco que montaban en el parque del Tío Jorge. Después me pasé a la biblioteca de mayores. Recuerdo que un verano fue de Agatha Christie. Más tarde pasé unas vacaciones acompañada por Paul Auster. Mis veranos nicaragüenses fueron de Gioconda Belli. Otro viajé con ‘El tiempo entre costuras’. Un año no acerté con los libros que me llevé en la maleta y acudí a la biblioteca de Cervera. Ahí descubrí ‘La pequeña comunista que no sonreía nunca’ y ‘Correr’. Fue un verano deportivo con Nadia Comaneci y Emil Zatopek, entre baño y baño en la piscina helada del pueblo. En el último viaje a Lisboa, volví a releer ‘Sostiene Pereira’ (qué maravilla). Mi libro del verano pasado fue ‘Feria’.

La elección de los libros que me acompañan de vacaciones es un momento especial antes de cerrar la maleta. Sigo siendo una romántica de los libros de papel; no me seduce el ebook aunque sea más cómodo y ligero. ¿Qué libros me llevaré este año? Tengo dudas hasta el último instante. Hay ejemplares que me esperan desde el Día del Libro; otros son recomendaciones antiguas o flechazos de última hora. De momento, me acabo de sumergir en ‘El libro del verano’ (Tove Jansson, editorial minúscula), acompañando a Sophia y su abuela en sus paseos por una isla finlandesa. “Era temprano una mañana calurosa de julio y había estado lloviendo durante la noche. De la montaña desnuda salían nubecillas de vapor, pero el musgo y las grietas de la roca estaban empapados de humedad y todos los colores se habían vuelto más intensos…”. ¡Feliz lectura!

(Artículo publicado en Heraldo de Aragón el 21 de julio)

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Campeonas

El fútbol nos regala emociones y sueños. Aún sueño que estoy en Cartagena: faltan segundos para que el árbitro pite el final, vais ganando 2 a 1 a Castilla la Mancha, dominando, en un partidazo colectivo, el mejor partido de un torneo mágico, en la grada animando las chicas mayores y los padres, desde la distancia los familiares que no han podido venir y los amigos siguiendo el partido online. Sabemos que un partido puede cambiar en un segundo. El tiempo pasa muy lento. En esos instantes hasta el pitido final, pasan mil imágenes desordenadas por mi cabeza, como en una película: cuando empezaste a jugar en el equipo del cole, Luna; tu primer entrenamiento con el Zaragoza CFF con 8 años; cuando un año después llegaste también al equipo, Vega; otros torneos en los que hemos disfrutado mucho: Andorra, La Vall d’Uixó, Cardona, Donosti; el campeonato de España sub12 en Mislata en 2019 (germen de esta selección); nuestros partidos familiares en vacaciones; el campeonato del mundo sub20 en La Bretaña en el verano de 2018 (esa foto que tenéis con Patri Guijarro, Aitana Bonmatí, Maite Oroz…); los toques en la terraza durante el confinamiento; los sábados en el Campo Mudéjar; los miércoles en los campos de la Federación…

Piiii, final. ¡Sois campeonas de España sub15 de la fase plata! Tiene mucho mérito para un equipo nuevo, joven, en una comunidad con pocas fichas y pocos apoyos al fútbol femenino. Sois el primer equipo femenino aragonés en conseguir un título en un campeonato nacional. Habéis tenido fortuna en algún momento (como los penaltis de las semifinales, siempre son una lotería) y mucho corazón durante todo el torneo.

De Cartagena nos traemos muchos recuerdos, jugadas espectaculares (¡qué goles de falta, Luna!), los nervios de los penaltis, las emociones compartidas en el campo y fuera.

Qué equipazo: Andrea, Gema, Elena, Inés, Vega, Sara, Daniela, Estela, Luna, Vero, Bea, Lucía, María, Martina, Noa, Claudia, Paloma y Sheila.

Gracias a todas y al cuerpo técnico por compartir este sueño: Jandro, Pilar, Javi, Manolo…

Seguid soñando y disfrutando, chicas.

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¿En qué piensas mientras corres 68 kilómetros?

Vuelvo a la Nafarroa Xtrem, una de mis carreras preferidas. 68 kilómetros por hayedos impresionantes, varios picos emblemáticos (Adi, Saioa, Baratxueta…), barro, niebla, frío y muchas emociones.

¿En qué piensas mientras corres una carrera tan larga?, me pregunta mi hermana en el desayuno, aún de noche, mientras preparo la mochila y disimulo los nervios.

¿En qué pienso? En muchas cosas, todas mezcladas. María, he visto cómo se te escapaba una lagrimilla en la salida, a mí también. Habían dado  buen tiempo, pero se está cerrando la niebla. No se ve nada. Empieza la subida dura al Adi. Otro año más que me quedo sin ver las vistas desde el Adi. Habrá que volver. Voy bien, pero aún queda mucha carrera. ¿Cuándo llegará el próximo avituallamiento? Esto es un poco locura, apenas he entrenado para una carrera tan dura. Vanesa y Jorge estarán saliendo ahora, espero que les guste su carrera. ¿Qué tal irá Elisa? Pronto empezarán las chicas su partido con el Valdefierro, ya estarán calentando. Qué noticia tan buena nos dieron ayer, Lara. ¿Me tomo otro gel o una barrita de frutos secos? En otras carreras largas sé que al final me fallan las fuerzas, tengo que comer más. Qué ganas de ir mañana a Panticosa, Chema. Estoy helada. ¿Se va a ir la niebla en algún momento? Me da miedo perderme sola entre la niebla, me voy a pegar a este corredor de camiseta azul. Tengo que parar en algún momento para ir al ‘baño’, es lo que tiene correr una ultra con la regla. Ya despeja la niebla. Qué maravilla correr por este bosque. Soy una afortunada. Un poco más y llegamos a Aritzu, ahí descansaré unos minutos y comeré algo más. Queda la parte que más me costó hace tres años. Si me viera mi madre ahora. No sé si me atreveré en Benasque. Difícil equilibrio entre disfrutar y sufrir. Venga, última subida fuerte al Baratxueta. Ahí me paro y hago fotos. Me quedan pocas fuerzas ya. Qué largos se hacen los últimos tres kilómetros. Aupa neska. Ya se oye la megafonía. Ya se ve el cole de Zubiri. Si han venido Zahara, Mikel y Alazne, qué sorpresa. Nunca corro sola, siempre me siento muy acompañada. Ahora querría que la recta de meta fuera un poco más larga. Qué emoción en esos últimos metros. Aupa neska.

Gracias a la organización por esta carrera tan bonita. Gracias a los voluntarios y todas las personas que animan por el camino. Gracias a los fotógrafos (Monrasin, Paul, la amiga de mi hermana que apareció ahí detrás de un árbol, los que no conozco).

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